Dean Pomerleau todavía puede recordar la primera vez que se enfrentó al problema de la caja negra. Era el año 1991 y estaba haciendo un intento pionero por hacer algo que hoy en día es común en las investigaciones para desarrollar vehículos autónomos: enseñar a una computadora a conducir.
Esto significaba tomar el volante de un vehículo militar Humvee con un equipo especial y conducirlo a través de las calles de una ciudad, dice Pomerleau, que era entonces un estudiante de robótica en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pennsylvania. Junto a él en el Humvee había una computadora programada para mirar a través de una cámara, interpretar qué estaba ocurriendo en la carretera y memorizar cada movimiento que hacía él en respuesta a ello. Con el tiempo, la máquina podría producir suficientes asociaciones para manejar por sí sola, o al menos eso esperaba Pomerleau.
En cada viaje, Pomerleau entrenaba al sistema durante unos minutos y luego lo dejaba libre para que manejara por sí solo. Todo parecía ir bien hasta que un día el Humvee se acercó a un puente y de repente se desvió hacia un costado. Él evitó un choque agarrando el volante rápidamente y tomando de nuevo el control.